Varias veces en Las Escrituras vemos a nuestro Señor presentado como el todo inclusive, el que principia y el que termina. En Apocalipsis 22:13, leemos: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último». Se ve aquí que todo el alfabeto, toda la creación y toda enumeración tiene en él su cumplimiento. Y es así en el texto que tenemos que considerar ahora: es «El autor y consumador de la fe» Hebreos 12:2 el perfecto ejemplar de lo que significa una vida de fe, desde su nacimiento Salmos 22:9 hasta la muerte Lucas 22:46.
En el capítulo anterior Heb. 11 , leemos de muchos héroes de la fe, pero cada uno de ellos tenía algún fracaso; pero en nuestro Señor no hay ninguna deficiencia: en todo detalle de su vida hay plena perfección. Desde el comienzo de su carrera pública hasta el fin, se ve una dependencia completa del Padre, una sumisión absoluta a la guía del Espíritu Santo. En la tentación satánica, que leemos en Lucas 4, el gran objeto del diablo es hacerle obrar sin la voluntad de su Padre, supliendo sus legítimas necesidades, asumiendo la gloria de los reinos del mundo. o poniendo a prueba caprichosamente el cuidado de Dios: pero no cede una pulgada de terreno al enemigo. Su vida de fe resplandeciente no se empaña en lo más mínimo.
En mitad de su ministerio, le vemos cruzando el Mar de Galilea, y había caído dormido por puro cansancio en su verdadera humanidad Marcos 4:38 . ¡La única vez que leemos del sueño del Salvador es cuando se halla en medio de una furiosa tempestad! Los discípulos le despiertan con su grito miedoso: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?». Pero, después de calmar la tempestad, Jesús tiene que reprender esta falta de fe de parte de ellos: él había quedado con una confianza imperturbable en medio del viento y las olas.
Y así se caracteriza su vida entera: dependencia de Dios; confianza en Dios. Todas sus acciones realizadas y todas sus palabras habladas son lo que el Padre le dio que hiciese y hablase Juan 8:19 y Juan 14:10 . Allí tenemos la definición de lo que es una vida de fe. «Todo lo que no proviene de fe, es pecado» Romanos 14:23 , porque no se efectúa con la conciencia de la presencia del Señor, en sujeción a su santa voluntad Juan 8:29.
Ahora, pensemos por un momento en la última semana de la carrera terrenal de nuestro Salvador. En Juan 11:7-9, vemos la calma majestuosa que manifiesta al subir a Jerusalén, volviendo allí seis días antes de la Pascua, en pleno conocimiento de todo lo que le esperaba Juan 13:1 Juan 18:4. Después de la oración intensa, tres veces repetida Mateo 26:44, se levanta para encontrarse con sus enemigos, diciendo con una serenidad asombrosa: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” Juan 18:11. ¡Qué grande es el coraje y la tranquilidad de la fe! ¡Cómo se la ve consumada en este duro trance de la vida!
Y ¿qué diremos de la cruz misma? Allí nuestro Señor pronuncia siete palabras, todas las cuales dan evidencia de su fe sublime:
(1) Que hay perdón de pecados para los peores, a base de sus padecimientos a favor de los pecadores Lucas 23:34.
(2) En vez de estar ocupado con sus terribles dolencias, piensa en el bienestar de su madre, encomendándola al cuidado del amado discípulo Juan. El desprendimiento de la fe.
(3) Da la promesa al ladrón arrepentido de entrar en el paraíso, sabiendo que su fe en el Salvador le procura una limpieza completa de una vida de pecado. La certidumbre de la fe.
(4) Y aún en el grito de agonía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?», vemos que es Dios MÍO, todavía: su confianza se mantiene como se ve en el salmos 22:1, salmos 22:9, salmos 22:20-21.
(5) En la palabra “Tengo sed” Juan 19:28, nos damos cuenta de su fe inquebrantable en las Sagradas Escrituras, que se han de cumplir hasta el último detalle.
(6) Cuando dice «Consumado es» Juan 19:30, se ve manifestada su confianza en los resultados de su obra ya terminada: la voluntad de Dios cabalmente cumplida, la redención efectuada.
(7) Y en medio de este triunfo declarado, entrega confiadamente el espíritu en las manos del Padre Lucas 23:46. Y así termina su vida terrenal el «AUTOR Y CONSUMADOR DE LA FE».
Publicado en la Revista Mentor nº 46. Enero-Marzo 1958