Cristo, el Sumo Sacerdote por G.M. Airth

        En las páginas del Antiguo Testamento, leemos que, bajo la economía mosaica, había un orden de sacerdotes encabezado por un Sumo Sacerdote a quien le correspondían ciertas funciones que ningún otro podía desempeñar. El primer Sumo Sacerdote de Israel, el pueblo terrenal de Dios, fue Aarón, el hermano de Moisés, de cuyo nombramiento y consagración leemos en Éxodo 28 y Levítico 8. El nombre «Aarón» significa «Excelso» o «Montaña de fuerza”, y, en verdad, el Sumo Sacerdote tenía que ser de carácter excelso y fuerte para poder representar a su pueblo delante de Dios, puesto que el pueblo mismo, por causa de su pecado y flaqueza, no podía acercarse a él. 

Las funciones principales del Sumo Sacerdote fueron las siguientes:

*  Comparecer delante de Dios en favor del pueblo.
*  Ofrecer sacrificios por la remisión de sus pecados y, así, reconciliar al pueblo con Dios.
*  Interceder por el pueblo y buscar dirección de Dios.
*  Bendecir al pueblo en nombre de Dios. (Levítico 16; Números 27:21; Números. 6:23-27) .
        En el Nuevo Testamento, la carta a los Hebreos nos hace ver cómo Aarón sirvió de figura de Cristo, el Gran Sumo Sacerdote de la iglesia, el pueblo celestial de Dios, tanto por contraste como por semejanza. Del capítulo cinco aprendemos que el sacerdocio de Aarón requería su identificación con el hombre y su autorización de Dios Hebreos 1-4; en Cristo, se llenan ambos requisitos Hebreos 5-8, y, por lo tanto, él es apto para ser nuestro Salvador y Sumo Sacerdote Hebreos 9-10. Su identificación con el hombre se ve en el verso 7, donde habla de su humanidad (“en los días de su carne”), su necesidad humana (“ofreciendo ruegos y súplicas”), y sus sentimientos humanos (“con gran clamor y lágrimas”). Él pasó por la escuela del sufrimiento, sometiéndose voluntariamente a disciplina Hebreos 7-8, a fin de graduar como Salvador y Sumo Sacerdote competente.
 
        ¡Cuán conmovedores son estos versículos en Hebreos cinco que nos dicen de lo que nuestra salvación costó a nuestro Gran Sumo Sacerdote! Y se identificó así con nosotros para que pudiera compadecerse de nuestras flaquezas y tentaciones, y brindarnos el socorro que tantas veces necesitamos por causa de nuestros extravíos Hebreos 2:17-18; Hebreos 4:15-16.
        El sacerdocio del Señor no sólo era más costoso que el de Aarón, sino también muy superior, pues las Escrituras recalcan que era según el orden de Melquisedec Hebreos. 5:6 Hebreos. 5:10; Hebreos. 6:20; Hebreos. 7:17 Hebreos. 7:21. El sacerdocio de Melquisedec era superior al de Aarón por cuanto era un sacerdocio REAL Hebreos. 7:1-2. Melquisedec es el único rey-sacerdote mencionado en las Escrituras. Ni Aarón, ni sus descendientes, eran del linaje real, y, por tanto. no podían ocupar el trono de Israel; por otro lado, a los reyes de Israel les era prohibido hacer las veces de sacerdote 2 Crónicas 26:16-18. Pero Melquisedec no sólo era sacerdote del Dios Altísimo, sino también rey de Salem (Jerusalén), y rey de justicia y paz. Cristo es el gran Antitipo de Melquisedec, pues él es el Verdadero Rey de justicia y paz, y, a la vez, el único Sumo Sacerdote de su pueblo salvado. Por eso, en Heb. 8:1-2, lo vemos como SUMO SACERDOTE sentado sobre su TRONO, el trono de la Majestad en los cielos, Más tarde, como Sacerdote-Rey en Jerusalén (sacerdote en su solio), colmará a toda la tierra de bendición inefable en su reino milenario. Zacarías 6:12-13.
 
        Luego, tocante a Melquisedec se nos dice una cosa notable. La Biblia está llena de genealogías, pero el Divino lnspirador del Libro, omitió la genealogía de Melquisedec Heb. 7:3 Heb. 7:8 a propósito para que éste sirviera de figura de Cristo, el increado, eterno Hijo de Dios. Aarón no pudo ejercer su sacerdocio perpetuamente por causa de la muerte Heb. 7:8, pero Cristo es un Sacerdote eterno, pues vive para siempre para desempeñar su ministerio sacerdotal. La palabra de Dios recalca esta importante distinción. Los sacerdotes del régimen aarónico no podían salvar a nadie, porque ellos mismos eran sujetos a muerte, pero nuestro Sacerdote, Cristo, «puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos». Heb. 7:23-25. Puesto que él v1ve para siempre, él puede garantizar nuestra salvación eterna. ¡Qué confianza y seguridad sentimos cuando recordamos que Cristo VIVE e intercede por nosotros!
Además, el sacerdocio de Cristo está respaldado por el juramento de Dios. Aarón y los sacerdotes subsiguientes fueron nombrados sin ningún juramento de parte de Dios, pero el sacerdocio de Cristo es de importancia tan trascendental que Dios !o confirmó por un juramento, haciendo a Jesús su Fiador, o sea, su garantía personal de los bienes celestiales a ser ministrados por medio de él Heb. 7:20-22. Dios que no puede mentir, jamás abrogará su juramento, de manera que nuestra esperanza de los bienes venideros está apoyada sobre una base inconmovible.
        Y ¿qué diremos de la perfección del sacerdocio de Cristo? El de Aarón “nada perfeccionó» Heb. 7:11, Heb. 7:19. Los sacerdotes humanos antes de ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, tenían que ofrecer primero por sus propios pecados, pero nuestro Sumo Sacerdote no tenía necesidad de sacrificio particular, siendo “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores» Heb. 7:26-28. Los sacrificios hechos por el sumo sacerdote de Israel en el día de la expiación Levítico 16 tenían que ser repetidos cada año, pues no podían quitar los pecados ni hacer perfectos a los que se acercaban a Dios. Por el contrario. la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez, bastó para quitar todos nuestros pecados, santificados de una vez y presentarnos perfectos delante de Dios. Heb. 10:1-17. ¡Qué perfecto y poderoso Sumo Sacerdote tenemos nosotros!
        Aquellos sumos sacerdotes de antaño podían entrar dentro del velo del tabernáculo o del templo solamente una vez al año, puesto que podían permanecer allí en la presencia de Dios. Pero Cristo está dentro del velo celestial, «donde entró por nosotros como Precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». Heb. 6:19-20. Su presencia dentro del velo es permanente; como Sumo Sacerdote, él ha abierto el camino de entrada para nosotros también por la sangre de su sacrificio personal y perfecto Heb. 10:19; y, como Precursor, él encabeza la multitud incontable de hijos que él está llevando a la gloria Heb. 2:10. Así que, “teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos” a él “en plena certidumbre de fe». Heb. 10:21-22.
 
 
G.M. Airth
Publicado en la Revista Mentor. Enero-Marzo 1957