Sábado, 02 Diciembre

        En este libro de profecías notables, podemos discernir a lo menos cuatro referencias a la persona de nuestro Señor Jesucristo, como sigue:


1. UNA PIEDRA,

    "cortada, no con mano” Daniel 2:34-35, Daniel 2:45. Esta figura nos da su poder destruct¡vo en su segunda venida. En este capítulo tenemos presentado un panorama de la historia gentílica, empezando con Nabucodonosor, el Imperio Babilónico, y terminando con los diez reyes, última forma del Imperio Romano, que aparecerá de nuevo al fin de "los tiempos de los gentiles". Tenemos más detalles en Apocalipsis 17, y en Apocalipsis 18 nos describe la destrucción de "la gran Babilonia". La piedra es cortada sin manos, es decir, es enteramente obra de Dios - véase Job 34:20; Marcos 14:58; Hechos 7:48; Hechos 17:24-25; 2 Corintios 5:1 ; Hechos 9:11 -. Y ¿cuándo cae esta piedra? “En los días de estos reyes" (v. 44), el tiempo del fin del imperio de los gentiles. Y ¿cuál es el resultado de su caída sobre los pies de la imagen?: la destrucción catastrófica, completa y final. Los que se empeñan en enseñar que la piedra representa la venida de Cristo en gracia y el esparcimiento del evangelio en todo el mundo, encuentran insostenible tal proposición.

2. "HIJO DE LOS DIOSES"

        Daniel 3:25. La historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego no necesita repetición: ya es bien conocida. Pone delante de nosotros la unificación compulsiva de la religión, como leemos en Apocalipsis 13. La fidelidad de los tres que rehúsan inclinarse ante la imagen de oro, demuestra lo que va a suceder en un día futuro, cuando el residuo fiel de Israel se negará a participar en la idolatría que se impondrá por la fuerza en aquellos días, y demuestra cómo el Señor los va a proteger en medio del fuego de la persecución. En medio de las llamas, aparece la forma de uno que es “semejante a hijo de los dioses”. Lo que habrá significado esta expresión para Nabucodonosor no podemos adivinarlo exactamente, pero, de todas maneras, reconoció la intervención divina, el envío de su  mensajero (“su ángel”, v. 28), la protección de sus siervos y su salvación final. Se verificó la promesa antigua: “Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” Isaías 43:2, una promesa que se cumple hoy en el pueblo de Dios en el plano espiritual.


3. HIJO DE HOMBRE

        Daniel 7:13. En esta parte del libro tenemos visiones concedidas directamente a Daniel y la interpretación dada. Después de venir como piedra destructiva, va a subir al trono, recibiendo el dominio universal. En  Mateo 26:64, el Señor cita Daniel 7:13 en comprobación de su mesiazgo, y muchas veces usa la frase "Hijo del Hombre", cuya morada es el cielo y cuyo levantamiento en la cruz era una absoluta necesidad Juan 3:13-14. Y es como “Hijo del Hombre” que hará juicio en el día venidero Juan 3:27, habiendo venido a la tierra otra vez Mateo 24:30 para establecer su trono de gloria Mateo 25:31. Vemos su figura augusta en el primer capítulo del Apocalipsis y se ven varios detalles de la descripción del “Anciano de días": el apóstol Juan le ve en la majestad de su deidad, es uno con el Padre, pero el título que lleva es “Hijo del Hombre" Apocalipsis 1:13.

4. MESÍAS PRÍNCIPE 

    Daniel 9:25. La profecía de las setenta semanas es una de las más notables de las Escrituras, porque da la fecha de su advenimiento.

Observamos que este período se divide tres secciones:

     a.    Siete semanas, al cabo de las cuales se reedifica la ciudad de Jerusalén "en tiempos angustiosos" como vemos en el libro de Nehemías. Siete semanas son cuarenta y nueve años.

    b.    Al fin del segundo período, de 62 semanas, o sea 434 años más, un total de 483 años (que nos lleva a la presentación de nuestro Señor al público de Jerusalén Mateo 21. El decreto para restaurar Jerusalén fue promulgado en el año 445 a. de C. Los años proféticos son siempre de 360 días, como podemos comprobar en Apocalipsis 11:2-3: Apocalipsis 12:6 y Apocalipsis 14. Al fin de las sesenta y nueve semanas, "se quitará la vida al Mesías, más no por sí" (o, como puede leerse: “y no tendrá nada", es decir, nada de sus derechos).

    c.    Entonces tenemos mención de otro personaje: "el pueblo de un príncipe que ha de venir" (v. 26). Este príncipe hace pacto (no el pacto, en el original no hay artículo) con los muchos, la masa apóstata de los judíos; pero quebrantará el pacto a la mitad de la semana (tres años y medio, la mitad de la septuagésima semana) y esto resulta en "La Gran Tribulación", de la cual será librado el pueblo del Señor al venir Cristo otra vez, como leemos en Zacarías 14:3-4. Después de esto, se verá el significado de su gran nombre: “Príncipe de Paz" Isaías 9:6.

 

G.M.J. Lear. (Adaptado) - Revista Mentor