Anímale por Carlos E. Ibarbalz
Revista “Campo Misionero” Marzo 1945
Series de mensajes, de gran riqueza espiritual, escritos o pronunciados por diferentes siervos de Dios que vivieron el siglo pasado, para los creyentes de este siglo.
Dijo Dios por medio del profeta Isaías en Isaías 45:22 “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. Podemos darle gracias que nos ayudó a mirarle para obtener perdón de nuestros pecados y la vida eterna. Por tanto, hemos muerto al mundo y a las cosas pasadas y de hecho resucitamos con Cristo. Si esto se ha realizado en la gracia de Dios, nos corresponde mirar hacia arriba, según Colosenses 3:1-3 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.
Ninguna cosa terrena debe distraer nuestra mirada antes “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos (mirando) en Jesús, el autor y consumador de la fe, …” Hebreos 12:1-2. Sólo así tendremos una vida triunfante y victoriosa.
Esta promesa ocurre en Malaquías 3:10. ¡Qué hermosa perspectiva! ¿Quién no quisiera tener una verdadera lluvia de bendiciones celestiales? ¿Quién no quisiera disfrutar de una manera especial del favor divino? No hay duda de que sería una anticipación muy agradable para todos. Pero, ¿cómo podemos conseguir semejante bienestar espiritual?
Leamos todas las promesas en el versículo citado: “Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Podemos entender las circunstancias en las que fueron pronunciadas estas palabras, si leemos en Nehemías 13:10-13. Los intereses de Dios se encontraban descuidados y la casa de Dios medio abandonada. Los levitas habían dejado sus sagradas tareas y estaban cultivando sus tierras para tener el sostén necesario. Y el resultado de todo esto se ve en el estado del pueblo: hay una grave declinación espiritual, una condición de descontento y de cavilación fútil entre muchos. Bajo la ley, estaban en la obligación de dar la décima parte al Señor, pero no habían cumplido con sus obligaciones materiales, y el resultado se ve en una pobreza espiritual desconcertante de veras.